“Pero en sentido literal sbot ́sba significa “mirarse fija, intensamente, a sí mismo”, como sucede con nuestra imagen reflejada en un espejo, pues eso es en definitiva la propia imagen: el Otro Lado de uno mismo. Dicho de otro modo, la propia imagen no es propia, es el aspecto más extraño de la persona. El Otro Lado de sí mismo es un otro. (Como le explicó a Roy Wagner [2010:VI] un nativo de Nueva Guinea: “aquello que ves cuando te miras en la superficie del agua, o de un espejo, no eres tú y ni siquiera es humano”.)”
Pitarch, Pedro, La cara oculta del pliegue (2013), Artes de México
El conocimiento más temible y subversivo es el proveniente de las entrañas de uno mismo, que son propias y a la vez comunes.
María Sosa (Morelia, MX – 1985) concibe el espacio de exhibición como un tejido en donde se despliegan diversos hilos para formar un universo simbólico que interroga las epistemológicas occidentales. El cuerpo de la artista es el territorio desdoblado en textiles, acuarelas, cerámicas y video performance en donde el material es la metáfora de los procesos de sentir-pensar para concebir la práctica artística como un eje de sanación, introspección y cuestionamiento de las ideas ontológicas que la monocultura ha dado por hecho.
Las obras dispuestas convocan presencias en las declaradas ausencias, desafían un recorrido lineal en donde se en- vuelve la experiencia entre imágenes emergidas del arte precolombino, autorretratos y el propio cuerpo desdoblado como un archivo para crear el imaginario de la experiencia contemporánea compuesta de fragmentos de vida, de historia, de heridas coloniales, así como de una búsqueda constante de esperanza.
La artista toma la experimentación con diferentes soportes como un medio de liberación epistémica entendiendo su propio cuerpo como un devenir histórico. El otro lado de uno mismo es una constelación sin arriba ni abajo, un espiral indisoluble de espacio tiempo que debela conexiones olvidadas y las vuelve una alternativa para pensar la complejidad del presente desde el arte.
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Es verdad que tengo dos o tres cabezas, cuatro ojos, la sangre débil, varios de mis chulel extraviados y un palé hablándome constantemente.
Es verdad que soy una mezcla de las mezclas que mezclaron y la multiplicidad me constituye haciéndome inestable y descartable.
Cargo los vacíos de mi historia personal que fueron llenados con las violencias de la Historia de mi Tierra. Cargo las violencias de mi cuerpo: mujer y las violencias de los conocimientos que negaron o prohibieron.
Es verdad que leí para que mi cuerpo recordará y mi cabeza sanara. Leí tonal, leí mintzita, leí rimuka, leí chulel, leí para encontrarme y luego recogí mis pedazos y me encontré en la reconstrucción de las piezas arqueológicas silentes a la lógica implantada, hablantes a mi sentir-pensar. Me encontré en la admiración a quienes siguen el camino de Arewá. Me encontré en los pasos dejados de mis abuelxs en la sierra y el lago Michoacanos. Me encontré en mis manos que sabían cosas platicando con la tierra y el corazón de la caña de maíz.
Me educo constantemente en lo que me niegan, me educo en lo que me arrebataron. Y con eso hago arte, hago vida, me hago a mí.
Es verdad que crecí en una ceguera programada 500 años atrás, en un entramado de violencia normalizada que me enfermó y nos enferma dictando su camino: miedo, subyugación, explotación, resignación, desesperanza.
Pero desde la región de los muertos y los sueños el otro lado del cuerpo tira hacia los caminos de la sanación, la memoria y la reconstrucción de lo olvidado.
El otro lado de uno mismo nos fue silenciado, habrá que escucharnos de nuevo para reparar la realidad.
Texto: María Sosa