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Senderos ocultos

Giovanni Fabián Guerrero.

En los últimos años, la investigación artística de Giovanni Fabián Guerrero (Cherán, Michoacán – 1993) ha logrado consolidar un diccionario de símbolos que traducen y entrelazan tres universos: un movimiento social, la presencia del bosque y el plano espiritual. Este cuerpo de obra, que atraviesa el mural, la escultura y el dibujo, es resultado de un proceso colectivo político y estético surgido en Cherán, Michoacán, desde hace más de una década, y que Fabián Guerrero ha explorado paralelamente de forma personal.Senderos ocultos asume la extensión de la naturaleza como eje de la producción. Cada formato funciona como un espacio de experimentación que, además de presentar escenas donde la danza o la fiesta tienen una fuerte presencia, como parte de una búsqueda dedicada a traducir un espacio-tiempo tanto ritual como político, implica también una ramificación que expande la superficie hacia el exterior con el fin de invadir el entorno, al crear un conjunto de capas y nuevos significados para cada medio.

Desde 2011 comenzó un proceso de defensa del bosque de Cherán ante las amenazas que implicaba la tala ilegal en esta región purépecha, acciones que desencadenaron en un modelo de autogobierno y autonomía. En este contexto, una serie de artistas comenzaron a ocupar las calles de la localidad Cherán K’eri, en diálogo con la casa de cultura. Fue así que un movimiento mural acompañó a una nueva forma de organización política. Este formato de pintura sobre el muro ha implicado la reorganización de la experiencia y el dicurso visual en este lugar, a través de imágenes llenas de potencia que ahora forman parte del espacio público y de una nueva forma de museo vivo. Como destacan algunos de sus autores, estas obras hacen “referencia a nuestra comunidad y lo que ha ocurrido en ella a lo largo de estos 10 años”. Entre los motivos observamos a la foresta, personajes que son importantes en la comunidad, fiestas relevantes o escenas de lucha y de una resistencia que aún continúa.

En el caso de Giovanni Fabian Guerrero, forma parte de una generación de artistas que crecieron en el proceso de consolidación de la autonomía, a partir de una revolución iniciada por mujeres que enfrentaron a los talamontes, defensa que trajo consigo la conse- cuente separación del Estado mexicano para dar paso a la formación de un Consejo Mayor como base política, el cual coordina otras agrupaciones, como el Consejo de los Barrios, de Administración Local, de los Bienes Comunales, de Desarrollo Social y Económico, de Asuntos Civiles y de Procuración, Vigilancia y Mediación de Justicia, en contacto directo con las Asambleas y la Ronda Comu- nitaria. Los jóvenes que han integrado el movimiento mural, comenzaron a intervenir diversos espacios, al mismo tiempo que pro- pugnaron otras maneras de entender el arte, ya sea desde la colectividad como en el trabajo individual.

Visto desde este ángulo, entendemos de mejor forma la asimilación y constancia del formato mural en Fabián Guerrero, como se observa en Cargos y sacrificios. Por otra parte, es necesario subrayar la forma peculiar del artista y las resoluciones íntimas que ha creado, constantes en la pieza que aquí se presenta. El mural ha dado paso a una posibilidad narrativa sincrónica, en donde se superponen temporalidades y acciones. La base compositiva que el creador propone intercala historias mediante elementos concre- tos, en este caso, máscaras, ojos destellantes en los personajes, una larga cuerda y un hilo rojo. Así, pone en diálogo aspectos del tiempo cotidiano (un conjunto de niños, unos panaleros, una anciana, un resinero, un amigo que laza un toro) con el acto ritual (una danza, una festividad, un cargo), que gracias a esta particular organización pictórica comparten un mismo espacio. En todo este entramado, el bosque adquiere una centralidad indudable, al dividir esta obra en dos partes. Incluso, se presenta en dos vertientes o desdobles, ya sea como sostén de varias figuras, así como un paisaje panorámico o aéreo que circunda toda la pieza.

La propuesta estética de Giovanni Fabián Guerrero resulta la puesta en crisis y extensión del espacio pictórico a otros formatos, a través de elementos que son referidos en la misma pintura, para después ser trasladados al espacio de exhibición. Este despla- zamiento coincide con los traslapes espacio-temporales que Fabián Guerrero expone en sus murales, y que vinculan el espacio sagrado con uno profano. La máscara resulta un motivo unificador en la pintura y al obetualizarse da paso a la contención de una condición simbólica, que históricamente ha caracterizado a este elemento. Fabián Guerrero presenta en esta ocasión 5 máscaras que congregan a un grupo de demonios y acompañantes. Estos diablitos contienen la misma esencia del territorio: ramas, pencas, panales y hojas. En realidad, corresponden a artefactos rituales que resguardan los restos de una acción y un uso concreto, como lo demuestran los residuos que evidencian la presencia del fuego.

Finalmente, el dibujo implica una búsqueda de definición de elementos y una suerte de estudio para el mural. En él, se presentan los personajes al interior del bosque definidos a través de líneas que convergen entre la definición de las figuras y el tránsito que se ejerce hacia el exterior de la superficie del papel, como parte del vínculo con otros componentes de la exposición. Es decir, al estar realizado con tinta y ocote, además de estar encapsulado en un tablón de pino, confirma que cada aspecto plástico siempre va a estar condicionado también a un estadio objetual y simbólico en relación con una tierra en constante defensa.

Texto: Natalia de la Rosa (Oaxaca de Juárez)











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